La dialéctica de la inseguridad ciudadana.
La
situación que vive el país en cuanto al incremento de la violencia desde hace
ya varios años ha generado una sensación muy profunda de inseguridad en las
masas populares.
Este
tema debe ser encarado por los comunistas revolucionarios desde el punto de
vista de clase del proletariado, ya que está siendo utilizado por la reacción
para tratar de incluir reformas constitucionales, o medidas de excepción con el
fin de establecer un endurecimiento del control social en beneficio de las
clases dominantes de nuestro país.
Desde
una mirada con perspectiva de clase, el proletariado debe impulsar sus propios
proyectos de inclusión social de las capas más desprotegidas de nuestra
sociedad, y de combate al lumpemproletariado que desde una perspectiva
marxista-leninista no es sinónimo de pobreza, sino de prácticas sociales
marginales a la organización de la producción, apropiación y la distribución y
consumo de bienes y servicios.
A
la vez este combate, no necesariamente debe ser sinónimo de represión, sino que
por el contrario, debe encararse por el lado de la contención, el desarrollo de
la educación que incluya a los hijos de las clases trabajadoras, la defensa de
los derechos humanos como salud, vivienda, formación laboral y desarrollo
familiar en un contexto digno e inclusivo en lo familiar, barrial, cultural y
relacional.
Esta situación ha generado
un sentimiento colectivo de inseguridad en la sociedad uruguaya, comúnmente
denominada “inseguridad ciudadana”.
Es una sensación que se
da en el colectivo que tiene fundamentos reales y concretos, dada por la
práctica social violenta de grupos o individuos, marginales o no que impactan en
la convivencia.
Muchos de estos hechos de
violencia, tal vez la mayoría se dan en el contexto de una acción delictiva
como rapiñas, homicidios por venganza o en la lucha de poderes de bandas
dedicadas a delitos como el tráfico de drogas, y otros tantos en un ámbito
grupal y familiar, de pareja e inclusive hacia los niños. Cada vez se hacen más
abarcativas territorialmente hablando, llegando ya a departamentos del
interior. Es decir, que la violencia tiene diversas causalidades y es ejercida
por individuos de todas las clases sociales y por diversos motivos en todo el
país.
Debemos reconocer que
existen grupos sociales que viven por generaciones marginados del mundo del
trabajo, y es aventurado, es difícil concebir que una vida vinculada al delito
sea por elección en los sectores sociales más carenciados. Por el contrario,
creemos que sus acciones en este caso son adoptadas como estrategias de
supervivencia, al no tener posibilidades de acceso al trabajo, la educación y
la cultura dominante, como consecuencia de las condiciones materiales de vida
en las que se desarrollan sus individuos. Tampoco son alcanzados por ideologías
que permean la sociedad aún sin ser superadoras del estatus quo dominante en la
sociedad capitalista, de país dependiente que vivimos.
Debemos decir también,
que la cultura consumista de nuestros tiempos, que asimila el ser al tener,
amplía las posibilidades de la infracción penal, ya que la obtención a
cualquier precio de bienes materiales genera en el individuo la fantasía de
inclusión social y equidad con los que sí tienen acceso a ellos mediante el
trabajo, la educación, etc.
En los barrios cuyos
cuerpos sociales no estaban habituados a estos tipos de hechos, el impacto y la
alarma es mayor, aunque ya hace unos años que están sufriendo lo mismo que en
Montevideo y zona metropolitana. La conducta paranoica se instala en los
colectivos y se comienza a ver al otro como una posible amenaza.
La realidad concreta en
estos momentos muestra un sentimiento de inseguridad cuasi irracional en la
sociedad en general, que es aprovechada políticamente por las clases
dominantes, y amplificada enormemente por los grandes medios de difusión, donde
un gran porcentaje de las noticias están dedicadas a la información policial,
sobre todo a aquellas que tienen un gran componente de violencia.
Joseph Pulitzer y William
Randolph Hearts, famosos periodistas y magnates norteamericanos de fines del siglo
diecinueve, creadores en competencia del llamado periodismo amarillista, impusieron
la máxima de “sexo, violencia y crimen (sangre)”, como regla general para llegar
al público y vender periódicos masivamente. Esa regla es aplicada desde
entonces por los grandes medios de prensa del mundo, y es propia del mundo
capitalista como forma de manipulación de las grandes masas. Un extranjero del
tercer mundo en Europa es un posible terrorista, un hombre mal vestido puede
ser un delincuente en nuestra América, un joven con gorro de visera puede ser
un menor infractor, y así llegamos a la calificación negativa según las
apariencias y a la estigmatización que provoca la marginación de gran cantidad de
integrantes de nuestra sociedad.
En el Uruguay
“progresista” de nuestros días, sufrimos un incremento de la violencia sin
lugar a duda y el Ministerio del Interior no da en la tecla para ir corrigiendo
el problema. O por lo menos se da una inacción policial una falta de resultados
en la solución de problemas de índole infraccional a pesar de tener buenos
equipamientos, recursos materiales y humanos suficientes, el delito campea en
los barrios, aumentaron en forma significante los femicidios mostrando una pretensión
cuasi inconsciente de reafirmación en muchos
sujetos de una cultura patriarcal que trajo aparejado una forma de resolución
de conflictos que incluye la
cosificación de la mujer de parte de los hombres, que establecen una relación
de propiedad de objeto respecto a sus parejas e hijos, en lugar de relaciones
sentimentales amorosas y de empatía humanizante en los vínculos establecidos.
En cuanto a la
marginalidad de sectores cada vez mas numerosos de la pauperizada clase obrera
y pequeños productores y peones rurales, consideramos que es un elemento
determinante en la situación que vive el país en materia de seguridad, pero de
otra índole. En estos casos la clase trabajadora pauperizada siente la
inseguridad en el temor de no poder sostener a sus familias, brindarles los
elementos materiales básicos para el desarrollo de una vida digna y la pérdida
de sus menguados medios de vida. No todos los elementos de la clase en esta
situación se lumpenizan al grado de caer en la infracción a la ley penal, pero
tiene mucho menos prensa un conflicto por despido de trabajadores como el caso
de la empresa imperialista BIMBO que los hechos cometidos en una acción de
infracción a la ley penal.
Vivir sin miedo.
Es en este contexto que
Larrañaga lanza la campaña de firmas para realizar un plebiscito para reformar
la constitución de la república, haciendo hincapié en poner militares a
patrullar las calles e intervenir en la represión a los delitos y otorgar la
impunidad a los aparatos represivos de realizar allanamientos de moradas en
horas de la noche. Utilizando oportunistamente la sensación de inseguridad que
vive la población, la derecha de los partidos tradicionales, que se quiere
sacudir a la derecha “progresista” instalando en la sociedad el pensamiento mágico,
de que con los militares en las calles y con una mayor represión se terminará
con el delito, ha tomado el camino de endurecer las penas y favorecer el
gatillo fácil. Y comienza la campaña de recolección de firmas y en algunos
casos quienes llevan adelante esa militancia, tratan de amedrentar a quienes no
firman. Pensamos que se está transitando un terreno peligroso, que lejos de
brindar seguridad acrecienta el conflicto en la sociedad uruguaya y en este
caso, podemos decir que se está apelando a los sentimientos y acciones más
reaccionarias y antipopulares desde el pachecato y la dictadura del ’73 en
adelante sin tomar en cuenta soluciones razonadas para este problema.
Tan profundo llega el
mensaje reaccionario del Partido Nacional y Novick, sobre todo, que se ven
hasta militantes sindicales haciendo campaña y juntando firmas del “Vivir Sin
miedo”.
Guillermo Facello del
sector del Partido de la Gente de Edgardo Novick, plantea directamente
implantar “medidas prontas de seguridad” igual que en el pachecato de dónde el
proviene, argumentando que estamos viviendo un estado de conmoción interna.
En Toledo, otro personaje
proveniente de la JUP, el Edil Departamental por el Partido Colorado de
Canelones Alfredo Silva organiza patrullajes civiles con vecinos en la zona,
usan chalecos antibalas, gas pimienta, y paran a vecinos “sospechosos” para
hacer averiguaciones. Total, ausencia del Estado en estas actuaciones.
Mas allá de la
utilización política del problema de la violencia por parte de los partidos
tradicionales y la nueva derecha del Partido de la Gente que vinculan solamente
esta realidad al tema de la delincuencia y a la protección de la sacrosanta
propiedad privada, debemos reconocer que las manifestaciones de ciudadanos en
todo el país en referencia al tema, tienen fundamento en la realidad concreta,
y estos ciudadanos en estado emocional que linda con la paranoia son utilizados
para fines propios por parte de políticos reaccionarios haciéndoles reivindicar
un estado represivo que luego irá en contra de los intereses de las grandes
masas, con pérdida de libertades, derechos a la libre expresión y
manifestación, que terminan no solucionando el problema de la inseguridad, sino
duplicándola ya que al tema de la violencia, se sumarán los abusos de poder del
Estado que tendrá la legitimación legal del ejercicio de la represión y el
control social total y que es también violencia, aunque proveniente de lo
institucionalizado. Conclusión, inseguridad del ciudadano común duplicado en
dos frentes: el de la marginalidad, y el del propio Estado.
Omisión del Estado y movilización popular.
Los uruguayos están sufriendo
en carne propia las políticas del Gobierno en referencia a la seguridad pública
y la falta de respuestas a sus necesidades concretas que no son otras que salir
a trabajar o a estudiar y volver sin contratiempos a sus hogares.
Las movilizaciones
espontáneas en la mayoría de los casos surgen a partir de la muerte de
familiares o vecinos de un centro poblado, a la cantidad de hurtos o rapiñas
que se dan en una zona sin respuesta policial, y también en los casos de
violencia doméstica o hacia la mujer. Cabe preguntarse por que hay tanta
incapacidad de respuesta de las instituciones involucradas con el orden en
estos casos, y se actúa desde el Estado con tanta premura en casos como el de
la ocupación de Bimbo, o la lucha con ocupación de gremios de trabajadores
públicos, donde inmediatamente se decreta la esencialidad de los servicios y se
manda a reprimir.
Si pensamos dialécticamente
el problema, debemos comprender que cada hecho lleva incluido su contrario.
Pedimos mayor represión, más policía y en tiempos de rendición de cuentas
logramos mayor presupuesto para el ministerio del Interior, (alrededor de 700
millones de dólares) y Defensa en segundo lugar, quedando chauchas y palitos
para la educación que no llega ni aun 4,5% del presupuesto, y mucho menos a
salud y Vivienda.
O sea que se movilizan por todos lados para
mejorar las condiciones de vida, y “Vivir sin Miedo”, y se termina aumentando
el miedo y las arcas del Ministerio que mas gasta en cámaras de seguridad e
implementos de represión que luego usa contra la clase obrera y el pueblo y no
contra el narcotráfico y los que actúan fuera de la ley.
Podemos tener el país
lleno de cámaras de seguridad; una en cada esquina; pero si no tenemos un móvil
policial trabajando en la prevención, no tendremos un descenso de la violencia.
Si no tenemos trabajo digno, Educación, Salud y Vivienda dignas, y no
defendemos el trabajo y la producción nacional para los uruguayos con salarios
dignos que permitan el desarrollo de nuestra sociedad, no podemos hablar de
seguridad para la clase obrera y el pueblo.
Los millonarios ya están
asegurados hace rato.
Jorge Pérez
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