martes, 22 de diciembre de 2020

Ante la pandemia del COVID19 y la crisis capitalista imperialista:

La situación de la clase obrera y el pueblo.

Por: JorgePérez

 Cambios bruscos y conmoción en medio de una crisis profundizada por la pandemia del COVID19, desnudan todas las contradicciones del sistema capitalista e impactan sobre la subjetividad. Una vez más quedan interpeladas, las concepciones que alimentan la idea de que el capitalismo es el mejor de los sistemas económicos y la democracia burguesa el mejor de los mundos posibles, al comprobarse en la práctica los conflictos que en esta nueva realidad  quedan al descubierto. El futuro se presenta incierto y el mundo del trabajo, (estructurante de la subjetividad),  desaparece  como firme sostén de la mayoría de hombres y mujeres de nuestro tiempo.

La unificación  de los mercados comenzada a principios de los 90 luego del derrumbe de la Unión Soviética, apuntaba a la universalización cultural y a la homogeneización del modelo neoliberal, pero en los hechos implica una salvaje competencia entre países  y monopolios imperialistas por el dominio mundial, y la súper explotación de los países dependientes.

La mentada dimensión universal del capitalismo está en crisis una vez más; se agudizan todas las contradicciones inherentes al sistema, principalmente la existente entre el carácter social de la producción de bienes y servicios, y su apropiación privada. En este marco el avance tecnológico conduce a un descenso de la tasa de ganancia debido al monto de inversión requerido en tecnología, que debe ser puesta al día en forma casi permanente si se quiere ser competitivo. Esto a su vez lleva a la súper explotación de la fuerza de trabajo, única fuente genuina de riqueza, a la vez que deja un gran ejército de reserva en el paro, lo que propicia la mano de obra barata para las actividades menos especializadas.

En el campo de la educación y la formación profesional, se genera la tendencia a que se formen operarios con  alta capacitación, con un ritmo acelerado de producción, trabajadores polivalentes con disponibilidad de tiempo completo para  la empresa, exigencia de “involucramiento” en las tareas, lo que entra en antagonismo con sus deseos de realización mediante el estudio, tener tiempo para hacer deportes o la recreación, o estar más horas junto a su familia.

El sentido de pertenencia  en los diferentes oficios y empresas, se incentiva desde la competitividad, que asumida como exclusión del otro queda instalada como un valor fundamental para mantener el empleo. Así se genera una forma de grupalidad que introduce una cooperación no sustentada en la identificación, y una pertenencia que no se apoya en el encuentro con el otro como semejante, sino en el control recíproco. Cada sujeto en este contexto, ve al otro como peligroso, como posible agresor, lo que acrecienta en él, las ansiedades básicas de miedo a la pérdida y al ataque.

Es necesario investigar las bases materiales del surgimiento de una tendencia a la significación del otro como rival, como fuente de peligro, ya que esto deteriora el valor social de la solidaridad y del encuentro con el otro para organizarse como clase que defiende intereses comunes.

En principio debemos reconocer que nos encontramos con un panorama de falta de empleo, que va creciendo por las políticas de achique y de destrucción del aparato productivo nacional por parte de los sucesivos gobiernos. Descubrimos que hoy la desocupación supera el 11% en nuestro país y los recortes en el estado son de un 15%, lo que implica menos inversión en las empresas del estado, menos recursos humanos y más gente en paro forzoso. Todo esto profundizado por la pandemia del COVID 19.

No existen signos de que la situación mejore para el 2021 y el gobierno de la coalición multicolor donde se aliaron la derecha reaccionaria y la ultraderecha fascista, preparó mediante la sanción de la Ley de Urgente Consideración, el terreno legal y económico para arrasar con todos los derechos de los trabajadores y jubilados, y legalizar la represión de la protesta popular. Se suma recientemente la suspensión del derecho de reunión con el pretexto del cuidado de la salud, según se dice para evitar poner en peligro de contagio a los ciudadanos.

En esa batería de medidas contra el pueblo, están la reforma de la seguridad social, la desmonopolización de la venta de combustibles y las privatizaciones de las empresas públicas. Mientras que en el campo de los derechos se incluye el encorsetamiento de la lucha popular, tratando de defender la sacrosanta propiedad privada y el avasallamiento de los trabajadores que luchen y se organicen en sus sindicatos.

Todo esto se manifiesta a través del discurso demagógico del poder, de bregar por la defensa del derecho al trabajo de aquellos que no quieran adherir a la lucha obrera en defensa del salario y mejores condiciones de trabajo. Se contrapone al derecho a la movilización, la libre circulación y de esta forma, paso a paso se va creando un estado policial militarizado, para reprimir la protesta que se vendrá a partir de todas estas medidas en contra de la clase trabajadora y el pueblo.

La situación actual reclama de la mayor unidad en el campo popular a los efectos de enfrentar esta “embestida baguala” de la oligarquía y el fascismo. De este Gobierno que desesperado por ir tras la inversión extranjera como única fuente de recuperación económica, busca la reducción salarial y la pauperización de las condiciones de trabajo, así como la desprotección de los jóvenes y los ancianos, (reforma de la seguridad social mediante), para recortar los gastos del estado, como la principal forma de capear una crisis que es mundial,  y de la cual no se avizora una pronta salida.

La unidad del campo popular encuentra  en las  acciones tomadas por el oportunismo, (que responden a los intereses del progresismo en lo político), uno de los mayores escollos. Estos representantes del reformismo, han instalado en el campo popular la idea de la negociación sin lucha, o con la menor movilización posible. Ponen la transformación revolucionaria de las estructuras económicas de la sociedad en la categoría de utopía, manejan el concepto de la realización de reformas dentro de lo posible, y pragmáticamente se encuadran dentro del  proyecto político del progresismo hacia el logro del gobierno nuevamente en el 2024. En esa táctica dejan por el camino los intereses más caros de la clase obrera y el pueblo. Han generado la ilusión de que en el marco de este sistema, en un país dependiente de capitalismo atrasado y transitando la vía del parlamento solamente, se logrará el pleno empleo, salario digno y el cumplimiento de todos los derechos a los cuales todos los hombres y mujeres, deberían acceder en un país democrático con una verdadera justicia social.

Por otro lado, existen también en el campo popular posiciones discursivas maximalistas que pretenden poner el problema en un “todo o nada”, lo que también dificulta la creación de un gran frente anti oligárquico y anti imperialista que luche por la liberación nacional y el socialismo. Estas posiciones, pretendiendo dar la lucha contra todo en el mismo momento, sin estudiar la correlación de fuerzas, y sin tomar en cuenta la propia capacidad de acción o haciendo una lectura incorrecta de estos fenómenos, solo llevara al fracaso y a la desmovilización.

En esta situación se debe dar la lucha ideológica en forma permanente, si queremos rescatar a las masas trabajadoras de la influencia de ese oportunismo que deja al movimiento sindical y a las clases populares, de furgón de cola de los intereses políticos del progresismo continuador de la línea neoliberal y pro imperialista.

 

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