martes, 10 de mayo de 2011

Aportes de la JCR sobre la baja de imputabilidad.


Criminalización de los jóvenes, avanzada fascista.

Mayor explotación = “menor infractor”

A medida que el gobierno va accionando son más notorias sus posiciones oportunistas, pro-oligárquicas y pro-imperialistas. No bastándole con alinear el país a los intereses imperialistas y sostener el enriquecimiento histórico del “pitucaje”, se ensaña con los trabajadores que se organizan y luchan. A decretazo impone el recorte en los derechos de los trabajadores, como solo el pachecato solía hacer.

Ahora van por la criminalización de la pobreza, con el ante proyecto de la baja de la edad de imputabilidad y la perpetuidad de los antecedentes de los menores acordado por todos en el parlamento. Utilizan como argumento la solución de la criminalidad, la cual atribuyen casi exclusivamente a los menores de edad. Pero en realidad lo que se quiere hacer es salvaguardar el engorde de las clases explotadoras, o sea lo que siempre hizo la derecha tradicional, seguridad para los ricos, reprimiendo a los pobres. Nos resulta muy sugerente que en este periodo de crecimiento del PBI, la concentración de la riqueza se haga cada vez mas intensa, y a la vez la “sensación de inseguridad” sea mas patente. Mostrando una vez más la finalidad de este gobierno: ser buen gerente de un Estado oligárquico y dependiente.

Apoyado en una salvaje campaña de criminalización de los jóvenes que desarrollan los medios masivos de “desinformación”. Incentivado por las críticas de la derecha tradicional exigiendo “mano dura”, presionándolo para derechizarse aún más y buscando algo de prensa ya que no tienen ninguna critica sustancial al gobierno. Siendo consciente que en los barrios y asentamientos va levantando temperatura la bronca de los trabajadores y desocupados, y la de sus hijos también, contra tanta promesa incumplida. El gobierno prepara con el acuerdo explicito de ministros y el consenso de una comisión parlamentaria la legalización de la represión abierta a menores. Llegando incluso a permitir que el senador del MPP (principal fuerza del FA y apoyo del Presidente) J. Saravia promueva abiertamente la militarización de barrios y asentamientos. Jugada sensacionalista que le permite al gobierno “tantear” y tomar medidas tal vez no tan crudas, pero si igual de represivas.

Quien aprovecha esta situación para ir a más es Bordaberry, que ya lanzó la juntada de firmas para una reforma constitucional donde asegure la criminalización y persecución de los jóvenes. Este político ya dejó de ser “pichón” y ahora ya levanta por si mismo la podrida bandera fascista y la historia del dictador que fue su padre. Al grito de represión espanta a un gobierno que no quiere ni sabe hacerle frente. Los verdaderos comunistas sabemos que cuando los fascistas intentan avanzar hay que fortalecer la más amplia unidad del pueblo para hacerle frente y derrotar su campaña, que por ahora solo es de mentiras pero va sembrando las condiciones propicias para descargar toda la violencia reaccionaria sobre los trabajadores y sus hijos. Ni una sola firma para esta campaña reaccionaria.

Todo el peso de la ley

Es claro que las normas penales liberales burguesas de nuestro sistema jurídico, desde hace mucho tiempo, están para proteger los intereses de los explotadores contra la clase trabajadora y el pueblo. Por ejemplo, cuando en el código penal se preserva más a la propiedad privada que a la propia vida humana. El homicidio culposo (ej.: accidente de tránsito con muerte de la víctima del mismo) donde la pena máxima es de 8 años, sin embargo la rapiña que es un delito contra la propiedad, su pena máxima de penitenciaria puede llegar a ser de 24 años, siendo aplicadas a los mayores. Pero los delitos de guante blanco que suele cometer la burguesía y la oligarquía y que perjudican al pueblo tienen penas menores como la estafa (máximo 4 años) la falsificación de moneda (máximo 10 años), proxenetismo (máximo 8 años) y todos los de narcotráfico tienen un máximo de 10 años y son excarcelables. El significado de estas penas es claro, preservar el capital y la propiedad de la clase dominante sobre los trabajadores, y penalizar la pobreza.

¿Que pasara si estas penas se les aplican también a menores? Con las cárceles como sistema de exterminio silencioso y legal, abarrotadas, infestadas de Tuberculosis y Sida, dominadas por la droga y controladas por bandas delictivas permitidas por la policía. Según cifras oficiales más de la mitad de los reclusos tiene riesgo de morir electrocutado o quemado y donde más del 90% consume drogas. Que sucedería con un joven que es enjaulado con 15 y sale con 39, siempre y cuando sobreviva ¿saldrá rehabilitado? Mientras tanto si un abogado o un director de banco, estafa o lava dineros del narcotráfico, es sentenciado a penas leves y en el mejor de los casos privado de libertad, viviendo con todos los lujos su confinamiento. Ni hablar de los pocos militares torturadores procesados que gozan de una cárcel propia con todas las comodidades y desde allí continúan operando.

Cárcel ¿es posible humanizarla?

Nuestra respuesta es contundente, estas cárceles son parte del aparato represivo de este Estado para someter a los explotados y marginados, no es posible humanizar una máquina de tortura y muerte, es necesario abolirla. La experiencia de los países que luego de revoluciones triunfantes construyeron el socialismo, especialmente China (entre 1945 y 1977) como experiencia avanzada en esta temática, mostró que las “Escuelas de Reeducación” lugares de detención de criminales de guerra, contrarrevolucionarios y explotadores, con estudio y trabajo, o sea cambiando la realidad material en que aquellos vivían, permitió grandes logros de reeducación y reinserción en una nueva sociedad, sin explotados ni explotadores. Tal vez el caso más ilustrativo de ello es la del ex-emperador chino, quien fue reeducado y termino siendo un ciudadano y trabajador más. Pero también la experiencia del pedagogo soviético Makarenko, rehabilitando a jóvenes que habían sido soldados contrarrevolucionarios, muestra como es posible sacar de la rosca criminal al lumpen-proletariado[1]. Pero para ello es necesario construir una sociedad sin explotación, forjando una nueva democracia, que responda a las grandes masas hoy oprimidas y que resista los intentos de restauración de los verdaderos criminales, quienes se regodean en el lujo fruto del sudor de un pueblo sacrificado.

Plancha se hace, no se nace.

Esta inversión de una frase popularizada, intenta acercarse más al trasfondo social de aquellos niños y jóvenes que crecen en la más absoluta pobreza, material, cultural, y por que no destacarlo, afectiva. En una sociedad donde la mitad de nuestros niños viven bajo la línea de pobreza, sos reprimido si ocupas tierras abandonada, sos sospechosos por vivir de determinadas barrios o vestirse de determinada manera, donde la ley es la violencia policial y el anhelo mas intimo es poder consumir los lujos que la televisión te impone como necesarios para ser alguien. Contrasta con una realidad de paredes de chapa y plástico, aguas servidas por doquier, enfermedades y un total rechazo de la “sociedad”, excluyéndote como un marginado (alguien que no cuenta con los recursos y posibilidades de ser parte de la lógica de derroche consumista). Frente a esta exclusión tan tajante la alternativa para disfrutar del consumo es sustraer a otro su posibilidad de consumo, o en otras palabras robar. Y en ese proceso descomprimir ciegamente y con violencia la rabia de tanta injusticia vivida.

Este fenómeno no es nuevo, con sus variantes temporales es la reacción de quienes fueron excluidos de su posibilidad de vender lo único que poseían para subsistir, su fuerza de trabajo, y se ven forzados (en un sentido estructural e inconsciente) a sustraerlo de otros. Generalmente ese “otro” es otro explotado, un trabajador, ya que le resulta imposible tomar parte de la riqueza que el trabajo de nuestra sociedad genera y que es apropiado por los ricos, ellos cuentan con medios de protección y seguridad (la ley, los bancos, la policía, las empresas de seguridad, etc).

En definitiva se genera una rosca de “pobres contra pobres”, tenemos claro que la delincuencia, la marginalidad, la prostitución y la droga, son resultados de una estructura social donde unos pocos se quedan con la torta. Por tanto para romper este circulo es necesario un proceso drástico que barra la apropiación del trabajo social en manos de unos pocos y distribuya entre todos el resultado del trabajo de todos.

Para terminar con la delincuencia hay que terminar con la explotación que la genera.

Los sectores sociales que quedan enroscados en la delincuencia, especialmente los jóvenes, no se curan a palos. Una primer paso necesario es la contención integral (en salud, psicológica, habitacional, etc.) junto con oportunidades de trabajo y de desarrollo personal, no con migajas en atención social. Pero si el gobierno y la derecha que lo secunda, consideran un gasto el atender los jóvenes, que son llevados por este sistema a la droga, el alcoholismo y la delincuencia, entonces no habrá solución.

Es claro que la vida humana para el capitalismo no vale nada, y el futuro de los jóvenes humildes es la miseria y la criminalización. Por eso es que debemos de trabajar junto al pueblo para cambiar esta realidad que nos agobia, denunciando como corresponde la persecución en que viven los menores en Uruguay, principalmente los que son pobres.

Desde la JCR, como jóvenes debemos de ser el fuego que encienda la llama de la lucha, con la clase obrera y el pueblo. Contra de las medidas represivas del gobierno para los menores, que no son sino víctimas de este sistema asesino e inhumano, donde sos un individuo de pleno derecho si tenés dinero, si no, quedas relegado de toda actividad humana.

No a la baja de la imputabilidad y la perpetuidad de los antecedentes.

Si a la vivienda, a la salud, a mejor educación y trabajo.

Aglutinar fuerzas desde los barrios y gremios para derrotar la campaña fascista de Bordaberry.



[1] El “lumpen-proletariado” según la definición marxista es aquel explotado que reniega de su condición de explotado (por tanto no vende su trabajo por un salario) sino que subsiste de formas parasitarias.

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